
Su organización alejada de la del mercado permite dirigir una fuerza de trabajo que genera competitividad abrumadora y conquista mercados y recursos a un ritmo devastador... Ok, es cierto.
Ahora, pensemos por un momento en China, pero no como en el gigante que amenaza con comerse al mundo. Pensemos en China como un territorio de chinos.
Hasta no hace demasiado tiempo pensábamos en China como en un territorio donde sus habitantes se encontraban arrodillados en los campos anegados de agua, juntando la cosecha de arroz, como en esos que se alimentaban de lo que cultivaban y que su capacidad de crecimiento en los últimos tres mil años se redujo a comer arroz bajo un gorro de paja en medio del lodazal.

Pero también es cierto que el panorama actual, según nos dice la historia, deberá pasar por una gran crisis interna.

Las diferencias de ingresos entre la población alcanza límites insostenibles y, mal que le pese al régimen centralista que sigue queriendo aplacar las ansias de mercado que presentan los chinos.
Quienes probaron la renta, cual animal la sangre de una presa, ven a sus compatriotas, a los que nunca pensaron que podrían acceder a niveles de vida superior, que sí pueden hacerlo, y empujarán para hacerse lugar en el mercado.
China, como ya nos advirtió Jack London, entre otros tantos, es el gran gigante dormido que comienza a desperezarse, y quien piensa que ya está haciendo estragos es simplemente porque no es consciente de la capacidad de este gigante.

Este aumento de bienestar vendrá acompañado de un aumento de sus costes operativos y en no demasiado tiempo, esta ventaja que hoy tiene para exportar y administrar el flujo mundial de capital se verá cambiado por ser el demandante número uno de bienes y servicios ya que, incluso él, estará incapacitado para proveer a todos sus habitantes.
China será uno más en este juego del capital, con el tiempo, que no será largo, perderá sus ventajas y no podrá hacer trampas monetarias ni de mercado laboral precario, será un jugador más pero para ello hacen falta algunos ajustes que deberá hacer, por las buenas o por las que su pueblo le demande.